Todos los países y sociedades, en general, han buscado unos orígenes históricos que contribuyeran a conformar su espíritu colectivo, su idiosincrasia particular. Estos orígenes en muchos casos son reales, pero en otros muchos son ficticios; entonces leyendas y mitos seculares se mezclan con cuentos y tramas directamente inventados para la ocasión. El caso español no podía ser una excepción y es algo que se está generando desde la Edad Media y que perdura hasta nuestros días, si bien ahora con un objeto disgregador en vez de unificador: así, muchas regiones, naciones o nacionalidades (territorios quizás sea el término más políticamente correcto) de esta nuestra piel de toro buscan afanosamente sus mitos, crean sus leyendas, transforman sus hechos, disfrazan sus personajes,... o, cuando no, directamente se inventan su pasado histórico a medida de sus presentes intereses.
Pero eso no es algo nuevo, es tan viejo como la misma Historia, y es curioso que hasta bien entrado el siglo XIX los tratados generales de Historia comenzaban con la descripción geográfica de la península y una serie de reyes míticos que servían para prefigurar en carácter propio y genuino de “España” frente al resto del mundo (que a su vez hacía lo mismo): incluso Modesto Lafuente en su Historia General de España hace referencia a estos mitos, si bien para evidenciar su falsedad; pero el mismo hecho de que hay que argumentar su falsedad nos pone bajo la pista de lo extendidas que estaban estas fabulaciones. En este artículo pretendo resumir la visión que de este pasado mítico recogen los historiadores Juan de Mariana en su obra Historia General de España publicada en latín en 1592, y traducida por él mismo al castellano en 1601 y Florián de Ocampo en su obra Crónica General de España, publicada en 1541.
En primer lugar hay que indicar que Juan de Mariana, en un ímprobo esfuerzo de erudición, intenta justificar sus afirmaciones con fuentes y citas de autores clásicos, eclesiásticos o bíblicos, que las más de las veces queda en eso,... en un intento. De todas formas es destacable que su espíritu crítico le lleve a incluir distintas versiones de un mismo asunto, dejando al lector la libertad de escoger aquella que más le satisfaga; o que pongan en duda en numerosas ocasiones las afirmaciones que recoge de otros autores, sobre todos de sus contemporáneos, llegando en algún momento a ridiculizarlas:
Lo que acontece sin duda muchas veces a los que describen regiones no conocidas y apartadas de nuestro comercio, que pintan en ellas montes inaccesibles, lagos sin término (...); demás de esto ponen y pintan en aquellas sus cartas o mapas para deleite de los que los miran varias figuras de peces, fieras y aves, hábitos extraños de hombres, rostros y visajes extravagantes; lo cual hacen con tanta mayor seguridad que saben que no hay quien pueda convencerlo de mentira. Lo mismo me parece ha acontecido a muchos historiadores, así de los nuestros como de los extraños: los cuales donde faltaba la luz de la historia y la ignorancia de la antigüedad ponía uno como velo a los ojos para no saber cosas tan viejas y olvidadas, ellos con deseo de ilustrar y ennoblecer las gentes cuyos hechos escribían y para mayor gracia de su escrito, y más en particular por no dejar interpolado, como con lagunas, el cuento de los tiempos antes esmaltados con la luz y lustre de grandes cosas y hazañas, por si mismo inventaron muchas hablillas y fábulas.
Florian de Ocampo es mucho más crédulo y toma como cierta la historia de la península inventada por Annio de Viterbo. Tras Viterbo había un fraile dominico llamado Giovanni Nanni que vivió en la Italia del siglo XV y que publicó y comentó una historia de la península ibérica basado en un supuesto libro de un sacerdote caldeo del siglo III llamado Beroso, en el cual se establece que la repoblación en la península ibérica tras el diluvio universal se debió a un nieto de Noe. Si bien hay que decir en descargo de Viterbo que lo que hace es refundir en un relato lineal el amalgama disperso de todas las referencias clásicas y medievales sobre la Historia de España. Pues hay que indicar que el historiador judío Flavio Josefo ya afirmó lo mismo en el siglo I, dando comienzo a la tradición de identificar a Túbal con España, lo que repetirán entre otros Eusebio de Cesarea, San Jerónimo, San Isidoro o la misma Crónica General de Alfonso X. Juan de Mariana dice directamente de libro de Beroso que fue ocasión de hacer tropezar y errar a muchos: libro, digo, compuesto de fábulas y mentiras.
La Historia fabulosa de “la tierra y provincia de España” que recoge el padre Juan de Mariana aúna las dos tradiciones que forman nuestra cultura occidental, la judeocristiana y la grecolatina y a través de ellas no pocos elementos más orientales. Así, la cosa empieza por Tubal, nieto de Noe, y quinto hijo de Jafet, que en el año 131 después del Diluvio y tras el fiasco en la construcción de la torre de Babel, fue enviado a lo postrero de las tierras donde el sol se pone a repoblarla, y donde gobernó un imperio con justicia y templanza por largos años fundando unas cuantas ciudades: Setubal, Tafalla, Tudela, Tarragona o Sagunto. Pero incluso hay autores que nos hablan de que el mismo Noé estuvo repoblando España y fundó Noela y Noega en Galicia y Asturias, en una visita que hizo a su nieto para ver cómo llevaba el asunto de la repoblación: vino, repobló y se marchó. Muerto Tubal, reinó su hijo Íbero, de quien tomo su nombre España llamándose Iberia y también el río Ebro. Después reinaría su nieto Idúbeda que dio nombre al monte Idúbeda (el sistema ibérico). Después llegó Brigo, hijo de este último, y durante su reinado fue tan grande el esplendor de España, que pudo enviar colonias a diversas partes del mundo, entre ellas una a Irlanda y otra a Brigia (Frigia) donde se situará la ciudad de Troya, (ya se empieza a mezclar la tradición judaica con la clásica) evidentemente todas (o casi) las ciudades acabadas en –briga fueron fundaciones suyas: Segóbriga o Miróbriga (Capilla, Badajoz),..., hay infinidad, incluso algunas dedicadas a emperadores romanos (Cesarobriga, Talavera de la Reina de Toledo; Augustobriga, Talavera de la Vieja en Cáceres; Flaviobriga, Castro Urdiales, Cantabria). Después llegó el rey Tago, a quien evidentemente debemos el nombre del Tajo. Después reinó su hijo Beto que dio nombre a la Bética, donde según Estrabón estaban los Campos Elíseos, morada idílica de los bienaventurados y hombres virtuosos. Hasta aquí, según Mariana, los reyes “fingidos y fabulosos de España”, de los cuales nadie encontrará noticia en los “escritores aprobados”.
El primer rey de España nombrado en los libros griegos y latinos es Gerión (o Deabos). Oriundo de otro lugar se enriqueció gracias al oro que había por doquier y que los naturales despreciaban como si de molestos guijarros se trataran y destacó también por ser poseedor de numeroso ganado y de ejercer su imperio de forma tiránica. Erigió dos fortalezas una en Geronda (Cádiz) y otra en Gerunda (la actual Gerona). Pero este tiránico rey sería depuesto por el primer rey egipcio, nada más y nada menos que Osiris (Dyonisios para los griegos, dicen), quien según nos cuenta Mariana, había recorrido medio mundo desde Etiopia hasta la India enseñando las técnicas agrícolas y el cultivo de la viña, lo que unido a su virtud se le hizo que se le tuviera por un dios. En el caso de España, además, le movió su odio hacia los tiranos y su amor por la libertad de las gentes. La batalla (la primera gran batalla campal de la Historia de España) tuvo lugar en Tarifa y en ella encontró la muerte el mismo Gerión que fue enterrado con honores en Barbate [la fama de Gerión fue tan grande que el mismísimo Hércules le dedicó un templo en Sicilia]. Osiris, movido de su benignidad, no castigó a los tres hijos de Gerión por los males de su padre y les permitió heredar el imperio de su padre.
A pesar de todo, los Geriones quisieron vengar la muerte de padre y promovieron una conjura para matar a Osiris, en la cual contaron con la colaboración de su hermano Tiphon. Tras dar muerte a Osiris, su hermano troceó el cuerpo para enviar a cada uno de los conjurados una parte como prueba de la muerte. Al final no triunfó la conjura y Tiphon fue muerto por su sobrino Orón a instancias de su madre Isis. Tras conocerse la instigación de los hermanos Geriones quiso emular a su padre y volvió a granjearse la amistad de las naciones del mundo y fue tenido por un dios al que algunos llamaron Apolo y otros Marte y todos Hércules. Aquí Mariana hace un apunte y deja claro que no está hablando del Hércules griego, sino del “Lybio, de cual se dice que domó los monstruos armado de una porra o maza y vestido de una piel de león”. En concreto se refería Mariana al dios egipcio Herishef. Pues en estas, este Hércules egipciano formó un potente ejército y desembarcó en Cádiz en busca de los Geriones. Una vez que se topó con ellos y se aprestaron a la batalla, Hércules que quería evitar la muerte segura de miles de soldados de una y otra parte, retó a los tres hermanos a un combate personal con la condición de que fueran uno a uno. De la lucha acabaron degollados los tres Geriones y enterrados en la isla gaditana de Erytrea. En Gibraltar levantó dos grandes montes uno a este lado del estrecho: Calpe; y otro en África: Abila, que vinieron a llamarse desde entonces “Las Columnas de Hércules” (si bien otros autores hablan que eran dos grandes fortalezas de piedra).
A pesar de todo, los Geriones quisieron vengar la muerte de padre y promovieron una conjura para matar a Osiris, en la cual contaron con la colaboración de su hermano Tiphon. Tras dar muerte a Osiris, su hermano troceó el cuerpo para enviar a cada uno de los conjurados una parte como prueba de la muerte. Al final no triunfó la conjura y Tiphon fue muerto por su sobrino Orón a instancias de su madre Isis. Tras conocerse la instigación de los hermanos Geriones quiso emular a su padre y volvió a granjearse la amistad de las naciones del mundo y fue tenido por un dios al que algunos llamaron Apolo y otros Marte y todos Hércules. Aquí Mariana hace un apunte y deja claro que no está hablando del Hércules griego, sino del “Lybio, de cual se dice que domó los monstruos armado de una porra o maza y vestido de una piel de león”. En concreto se refería Mariana al dios egipcio Herishef. Pues en estas, este Hércules egipciano formó un potente ejército y desembarcó en Cádiz en busca de los Geriones. Una vez que se topó con ellos y se aprestaron a la batalla, Hércules que quería evitar la muerte segura de miles de soldados de una y otra parte, retó a los tres hermanos a un combate personal con la condición de que fueran uno a uno. De la lucha acabaron degollados los tres Geriones y enterrados en la isla gaditana de Erytrea. En Gibraltar levantó dos grandes montes uno a este lado del estrecho: Calpe; y otro en África: Abila, que vinieron a llamarse desde entonces “Las Columnas de Hércules” (si bien otros autores hablan que eran dos grandes fortalezas de piedra).
Tras esta victoria Hércules pasó algunos años por España, fundando, entre otras ciudades, Sagunto, antes de pasar a Italia. Dejó como gobernador a uno de sus capitanes llamado Híspalo, si bien existen crónicas que afirman que se trataba de un hijo del mismo Herishef. Lo que sí parece claro es que de su nombre se originó el de Hispania y fue el fundador de Sevilla, si bien San Isidoro dice que ese honor se debe a Julio Cesar. Sucedió a este rey su hijo Hispano, según muchos cronistas, a quien le atribuyen nada más y nada menos que la fundación de Segovia con su acueducto y todo, y la Torre de Hércules en La Coruña [casi nada]. Ahora bien, Juan de Mariana dice que se trata de la misma persona que Híspalo con deformación del nombre y rechaza las atribuciones fantasiosas. Reinando aún Hispano tornó a volver a España Hércules el Egipciano, fundando en su camino grandes ciudades: Urgel, Tarragona y la mismísima Barcelona. Tras su muerte fue adorado como un dios y enterrado en un gran templo donde fue venerado durante siglos. Más el tiempo no quiso dejar constancia de su ubicación, así los castellanos dicen que fue en Cádiz y los aragoneses que en Barcelona.
Tanto Hércules como Hispano (o Híspalo) murieron sin descendencia, y pasó a reinar Héspero, hombre fiel a Hércules y hermano de Atlante, que era el gobernador que había dejado el egipcio en Italia. Atlante ambicionaba las riquezas de España y no aceptó de buen grado que se antepusiera a su hermano en el reino; así que ni corto ni perezoso abandonó la península itálica y se plantó en la ibérica con la intención de derrocar a su hermano; lo que logró con cierta facilidad. Héspero y sus más allegados huyeron por mar y recabaron en la Toscana, donde fueron bien recibido por los lugareños, lo que de nuevo despertó los celos de su hermano que volvió a reclutar un gran ejército para asegurar Italia, en el camino pobló Sicilia y dicen que fundó Roma (ahí queda eso).
Atlante dejó reinando en España a su hijo Sicoro, que gobernó largos años en paz (indicar que en estos años, nació Moisés en Egipto). Le siguió en la genealogía mítica su hijo Sicano, del que recogen las crónicas que guerreo en Italia, adonde acudió en ayuda de los españoles que habían marchado con su abuelo Atlante, y en particular socorrió a Roma que estaba poblada por españoles. Lo mismo tuvo que hacer con los españoles que había en Sicilia que estaban en guerra con los cíclopes. Tras volver a España murió de una grave enfermedad y le siguió en el trono su hijo Siceleo, que también estuvo guerreando y disponiendo las cosas por Italia. A este rey, que murió en Italia, le continúo su hijo Luso, que volvió a su señorío y gobernó muchos años estas tierras en paz y prosperidad. Juan de Mariana pone en duda la existencia de estos reyes de los cuales dice que no existen referencias en los autores clásico si bien lo recogen las “nuestras historias modernas”.
Por el contrario si afirma con seguridad que Sículo, hijo de Atlante, gobernó en España cuando su padre marchó a Italia y le continuó en el reinado una vez muerto, según lo dice Filisteo Siracusano. Piensa Mariana que este fue la verdadera persona al que otros autores denominaron con diferentes nombres (Sicoro, Sicano, Siceleo y Luso) y contempla en la narración de su vida y hazañas sus periplos por Italia, la intervención política que hizo entre sus tíos y primos que reinaban en Italia (Coribanto y Dárdano, siendo este último el fundador de Troya después de que Sículo lo expulsara de Italia), el enfrentamiento con los cíclopes y lestrigones, la defensa de los españoles que había en Sicilia y Roma,... Para al final de su vida retornar de nuevo a España. Para otros autores este Sículo continuó la serie de reyes después de Luso, si bien le hacen hijo, nada más y nada menos que de Neptuno. Y vuelven a narrar viajes y guerras por Italia logrando pacificar a toda la península itálica, justificando así la presencia española (aragonesa para ser exactos) en Sicilia, Cerdeña y Nápoles.
Hasta aquí la principal fuente de Juan de Mariana y de los historiadores y cronistas anteriores es Juan de Viterbo, que a su vez se basaba en dos autores egipcios: Beroso hasta Sículo, y a partir de este rey de un tal Menetón. Bueno pues ¿aclaradas? las fuentes continúa la lista el rey Testa de origen africano y del cual se desconoce si llegó a reinar por quedar el señorío sin heredero o por la fuerza. Dicen las crónicas que fundó varias ciudades en el valle del Júcar y en la costa levantina. Durante el reinado de este rey se asentaron los griegos en Sagunto. El siguiente rey fue Romo, sin saber si fue por elección, por fuerza o por herencia, pero se destaca que, entre otras cosas de mérito, fundó la ciudad de Valencia que en su inicio se llamó Roma hasta que con la llegada de los romanos se la trocó el nombre por Valencia (que según afirma Florián de Ocampo, significan lo mismo en griego y en latín: valentía, valor).
Tras la muerte de Romo heredó la dignidad real de España su hijo Palatuo o Palente, que fue el fundador de Palencia y en cuyo reinado se asentaron en Cádiz los fenicios. A este rey le depuso por la fuerza Caco (conocido en España como Licinio). La batalla se libró a píes del Moncayo, que recibió este nombre en honor de Caco. También afirman algunas crónicas que el ejército de Caco fue el primero en la Historia de España que utilizó armamento de hierro, haciéndolo los poetas hijo de Vulcano. Palatuo tuvo que huir pero no fue tan grande el desastre primero que no le permitiera al cabo de los años armar un nuevo ejército y plantarse frente a Caco para recuperar lo que era suyo. Y así ocurrió, pues en esta segunda batalla fue Caco el que quedó destrozado y tuvo que huir a Roma. Ciudad en la que encontró la muerte a manos de Hércules el tebano, a quien le había robado el ganado que llevaba (la tradición clásica dice que el gigante Caco robó en Roma a Hércules el ganado de Gerión, y que por esta causa el semidiós le estranguló con sus propias manos).
En este tiempo (entre el reinado de Romo y Palatuo) llegaron a España bastantes corsarios griegos capitaneados por Alceo Yraclia al que después llamaron Yracles y que nosotros conocemos por Hércules el tebano, a quien los poetas clásicos atribuyeron hazañas del otro Hércules primero, el egipcio (Osiris), y otros Hércules de otros pueblos. Juan de Mariana se refiere a él con el nombre de Dionisos (o Baco) el griego, hijo de Semeles y de Júpiter, diferenciándolo del primer Dionisos (que era el Osiris egipcio del que ya hemos hablado), y del Dionisos hijo de Prosepina, que fue el primero que unció los bueyes y aró la tierra. El que anduvo por aquí, fundó Nebrija, Jaca y Gibraltar (que entonces se llamó Heraclea), y limpio las maldades y tiranías que en los últimos años se habían extendido por gran des zonas de España por parte de Mirica y del hijo de este: Milico, descendientes al parecer de Sículo. Dicen algunos cronistas que Dionisos cuando se marchó de España dejó a dos gobernadores: uno en la zona de Portugal, llamado Luso y otro para el resto llamado Pan. En su retirada, Hércules pasó por Mallorca y Menorca y recaló en Roma donde tuvo el incidente relatado con Caco. Virgilio atribuye a este Hércules la muerte de Gerión “con la libertad que suelen los poetas”, según Mariana.
Pero atrás dejamos a Palatuo con el trono recuperado y gobernando en paz y armonía hasta el fin de sus días, que le llegó pero sin sucesión. De esta manera fue rey de España un tal Eritreo natural de Cádiz y posiblemente pariente de Palatuo. Pero lo más destacable de su reinado fue que aconteció la Guerra de Troya y tras finalizar esta fue innumerable el número de capitanes griegos que recalaron en las costas españolas. Uno fue Teucro que se apoderó de la región de Murcia, si bien otros hablan de incursiones marítimas en Galicia fundando Pontevedra, que entonces se llamó Helene, y Orense. Otro fue un tal Diómedes que igualmente paso el estrecho y fundó la ciudad de Tuy en Portugal. Mnesteo llegó con sus barcos a Cádiz. Incluso se afirma que el mismo Ulises alcanzó las costas portuguesas y fundó Lisboa en la desembocadura del Tajo.
Pero atrás dejamos a Palatuo con el trono recuperado y gobernando en paz y armonía hasta el fin de sus días, que le llegó pero sin sucesión. De esta manera fue rey de España un tal Eritreo natural de Cádiz y posiblemente pariente de Palatuo. Pero lo más destacable de su reinado fue que aconteció la Guerra de Troya y tras finalizar esta fue innumerable el número de capitanes griegos que recalaron en las costas españolas. Uno fue Teucro que se apoderó de la región de Murcia, si bien otros hablan de incursiones marítimas en Galicia fundando Pontevedra, que entonces se llamó Helene, y Orense. Otro fue un tal Diómedes que igualmente paso el estrecho y fundó la ciudad de Tuy en Portugal. Mnesteo llegó con sus barcos a Cádiz. Incluso se afirma que el mismo Ulises alcanzó las costas portuguesas y fundó Lisboa en la desembocadura del Tajo.
El siguiente rey nos suena a todos un poco se trata de Gárgoris (por otro nombre Melícola) que entre sus notables hechos se encuentra el de ser quien introdujo la cría de abejas y las técnicas de elaboración de miel. Dicen los escritores griegos que era de origen griego (de los curetes) de aquellos que quedaron en España cuando Hércules el tebano anduvo por aquí. Los cronistas españoles lo niegan y afirman que era español por los cuatros costados y era del pueblo de los corenses, y sitúan su reino en el “bosque de los Tartesos”. Pues este gran rey, según cuentan las crónicas, mancilló su fama por la crueldad con la que trató a un nieto suyo nacido de una relación pecaminosa de su hija. La reacción del Gárgoris fue abandonar al niño en el bosque a merced de las fieras, que al contrario de lo previsto lo amantaron y cuidaron. Después le tiró a una cañada para que lo destrozasen los animales al paso de los rebaños y manadas; pero milagrosamente las bestias se apartaban cuando se acercaban al niño. Le arrojaron a una jauría de perros y puercos hambrientos, pero nada, como si oyeran llover. Finalmente le lanzaron al mar; pero en vez de engullirlo, meciéndole suavemente entre las olas le deposito en una playa donde fue recogido por una cierva que le amamantó y crió en el bosque. Allí creció fuerte y osado, convirtiéndose con el tiempo en un salteador, sin que nadie durante muchos años pudiera atraparle; lo que finalmente ocurrió. Presentado ante la justicia fue reconocido inmediatamente por su abuelo (unos dicen que por la llamada de la sangre otros por marcas que tenía en el cuerpo); y el odio de antaño se trocó en amor filial: le reconoció como nieto, y le nombró sucesor en su reino.
Muerto Gárgoris le sucedió su nieto que reinó con el nombre de Habis (merced al libro de Sánchez Dragó todos le conocemos como Habidis, pero parece que de forma incorrecta) y destacó por encima de todos los reyes antiguos de España por su afán en que los españoles, que muchos vivían de forma bárbara y asilvestrada, su juntaran en ciudades y villas. Promovió el ejercicio de las artes, de la industria y del comercio. Restituyó el uso del vino que los españoles habían olvidado con tantas tribulaciones últimas y fomentó que de nuevo se labraran y cuidaran los campos. Ordenó leyes, estableció tribunales y nombró jueces para que la gente pudiera vivir en seguridad y en paz. En definitiva de lo mejorcito que hubo (señalar que fue coetáneo del rey David de Judea)
Muerto Gárgoris le sucedió su nieto que reinó con el nombre de Habis (merced al libro de Sánchez Dragó todos le conocemos como Habidis, pero parece que de forma incorrecta) y destacó por encima de todos los reyes antiguos de España por su afán en que los españoles, que muchos vivían de forma bárbara y asilvestrada, su juntaran en ciudades y villas. Promovió el ejercicio de las artes, de la industria y del comercio. Restituyó el uso del vino que los españoles habían olvidado con tantas tribulaciones últimas y fomentó que de nuevo se labraran y cuidaran los campos. Ordenó leyes, estableció tribunales y nombró jueces para que la gente pudiera vivir en seguridad y en paz. En definitiva de lo mejorcito que hubo (señalar que fue coetáneo del rey David de Judea)
Según los cronistas a partir de la muerte del rey Habis, España entró en un periodo de gran sequedad que destruyó los campos llegando a secarse las fuentes del Ebro y del Guadalquivir por varios años. Finalmente se perdieron las noticas de los posibles sucesores de Habis (o Habidis). La gran desolación de España originó que comenzara a llegar gentes foráneas a repoblar sus esquilmados territorios: así fueron llegando los celtas de la Galia a través de los Pirineo, los fenicios en el sur y los griegos y cartaginenses en el levante. Pero esto nos va sonando ya. De todas formas si hacen referencia a Argantonio, rey al parecer de Tartesso que frenó al ímpetu conquistador de los fenicios y que según las fuentes de Juan de Mariana reinó trescientos años según unos y ciento cincuenta tan solo según otros.
Y con esto acaba la Historia de los reyes fabulosos de España tal y como la contaron Juan de Mairena y Florián de Ocampo
Aquí os adjunto la relación de los Reyes Fabulosos de España con los años de inicio de su reinado según Florián de Ocampo que lo toma de Viterbo:
1º. Tubal. 2163
2º. Íbero, 2006
3º. Idúbeda, 1972
4º. Brigo, 1905
5º. Tago, 1854
6º. Beto Turdetano, 1824
7º. Gerión (Deabo), 1793
8º. Los tres hijos de Gerión (Los Geriones), 1758
9º. Híspalo, 1716
10º. Hispán, 1699
11º. Hércules Egipciano (Orón Libio, hijo de Osiris), 1678
12º. Espero, 1648
13º. Atlante Italo, 1637
14º. Sicoro, 1627
15º. Sicano, 1581
16º. Siceleo, 1549
17º. Luso, 1505
18º. Sículo, 1474
19º. Testa Tritón, 1412
20º. Romo, 1339
21º. Hércules Tebano, 1325
22º. Palatuo, 1306-1280 y 1248-1246
23º. Licinio Caco, 1280-1248
24º. Eritreo, 1246
25º. Gárgoris, 1170
26º. Habis (o Habidis), 1105-1071
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© Francisco Arroyo Martín. 2009
Para citar este artículo desde el blog: ARROYO MARTÍN, Francisco. Los Reyes Fabulosos de España: de Tubal a Habis. http://franciscoarroyo.blogspot.com/2010/01/los-reyes-fabulosos-de-espana-de-tubal.html. 2009.
1 comentario:
No había leído este artículo. Me ha encantado, que historia tan fabulosa la de estos reyes, y lo de Osiris como rey de España no me lo esperaba!!!
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