martes, 26 de agosto de 2008

Sistemas de reclutamiento de tropas en el siglo XVII

Una de las características del estado moderno, frente a los reinos medievales (junto a la creación de una burocracia administrativa y una política hacendística) es el hecho de que el poder de los monarcas se basaba en un ejército eficiente y de carácter voluntario que no dependiera del contrato de vasallaje feudal.

En Castilla, la aparición del soldado pagado, que lucha por su rey en función de un contrato y a cambio de una compensación económica, aparece ya regulado desde las Cortes de 1338 en Burgos. Pero este sistema alcanzará su mayor eficacia durante el siglo XVI y se seguirá practicando durante todo el siglo siguiente. Pero en el siglo XVII hubo que acudir frecuentemente al reclutamiento forzoso de hombres a través de contribuciones fijas o “presidios” en las ciudades y a las milicias urbanas, al ser más rápida y barata que las reclutas voluntarias.

No existía un ejército estable con un número de hombres fijo para la defensa del estado, cada campaña el Consejo de Guerra hacía las previsiones de hombres y dinero necesarios para atender los distintos frentes abiertos en cada año, y en consecuencia se establecían el sistema y lugares para hacer el reclutamiento de los hombres que faltaren para completar esas previsiones, así como de la recaudación del dinero preciso. Las ventajas del reclutamiento voluntario son evidentes, ya que se trataba de un compromiso individual del soldado con su rey a través del capitán autorizado para la recluta. Además, los oficiales reales se reservaban el derecho de rechazar al recluta por considerar que no era apto para el servicio.

El sistema de reclutamiento se basaba en una autorización, la conducta, que el rey otorgaba a un capitán para levantar soldados en un determinado lugar en su nombre. El capitán y sus ayudantes arbolaban bandera y tocaban tambores para dar a conocer a la población la recluta. El capitán no podía elegir a cualquiera, tenía unos criterios preferenciales para seleccionar a los reclutas, la edad (entre 18 y 44 años), estado civil, la disponibilidad física, estar en posesión de armas, etc. Una vez reclutados se les pasaba revista y si estaban en condiciones se les abonaba 10 días de paga. La recluta debía durar como mucho tres o cuatro semanas, pues en las estancias más largas lo normal es que comenzaran a surgir conflictos entre la población y los soldados, y entre los oficiales y las autoridades municipales.

Una vez formada la compañía esta se dirigía a la plaza de armas destinada o al puerto de embarque. Como norma general las tropas bisoñas eran dirigidas a Italia donde se les sometía a un adiestramiento y con posterioridad se les enviaba a los frentes donde de forma paulatina se incorporaban a los combates, este sistema se recogía incluso en las ordenanzas militares de 1632.

Las levas voluntarias tenían unas ventajas indudables: aportaban buenos soldados al ejército y generaban aguerridas tropas veteranas, y, además, era un sistema que en general se aceptaba favorablemente por la población. Pero presentaba una dificultad evidente: con este sistema no se garantizaba el relevo de las licencias o bajas, y muchos menos las necesidades cada vez mayores y más apremiantes de la monarquía, en particular desde que Felipe IV tuvo que guerrear dentro de las fronteras peninsulares.

Por esta razón, hubo que recurrir a formas de reclutamiento forzosas, que normalmente se basaba en el número de pobladores; debiendo contribuir con un soldado por cada cinco hombres válidos (de aquí los antiguos “quintos”). El rey podía autorizar a la población a contribuir en especie, pagando el coste de un año de los soldados que le asignase a cambio de que no se levantara ningún hombre forzado, pero esta fórmula era de muy difícil aplicación cuando el problema era encontrar voluntarios, aparte de la ruina que representaba para los pobladores cuando las levas eran continuadas.

La valía de las tropas reclutadas en estas levas forzosas o sacadas de las milicias era muy inferior respecto a las tropas voluntarias; un gran porcentaje desertaba en el tránsito a los puertos, se llegó en algunos casos a trasladar a los reclutas encadenados como galeotes y a encarcelar a los familiares del fugado hasta que este apareciera, y la tropa que llegaba al frente era despreciada por los jefes militares dada la escasa operatividad y eficacia de los hombres que eran reclutados de esta forma.

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“El reclutamiento de tropas”. La imagen pertenece a la serie de 18 aguafuertes de Jacques Callot (1592-1635), titulada “Les Miseres et les Mal-Heurs de la Guerre”, impreso por Isamel Henriet en París en 1633.

A la izquierda se observa a un oficial real, sentado en un tambor, reclutando a los voluntarios; a la derecha un grupo de oficiales discuten sobre dinero; en el centro, en primer plano, dos escuadrones de infantería con las picas detrás mientras delante la manga de arcabuceros hace una salva al aire; al fondo se vislumbran dos compañías de caballería; de fondo paisajístico vemos a la izquierda los muros de una población y a la derecha las tiendas de un campamento.

Los aguafuertes son impresionantes, para ver la serie pincha aquí.

© Francisco Arroyo Martín. 2008

Para citar este artículo desde el blog:
ARROYO MARTÍN, Francisco. Sistemas de reclutamiento de tropas en el siglo XVII
http://franciscoarroyo.blogspot.com/2008/08/sistemas-de-reclutamiento-de-tropas-en.html

26 de agosto de 2008.