miércoles, 28 de octubre de 2009

Piramidología

Sobre las pirámides de Egipto se han escrito toneladas ingentes de tonterías y sandeces. De eso creo que todos somos plenamente conscientes; lo curioso, y bastante desconocido, es que este fenómeno tiene su origen en unas investigaciones de Charles Piazzi Smyth: astrónomo escocés (nacido en Nápoles, pero los escoceses ya se sabe… son como los de Bilbao y nacen donde les da la gana), científico del siglo XIX que llegó a ser Astrónomo Real de Escocia y profesor de Astronomía en la Universidad de Edimburgo.

Sus investigaciones las desarrolló en el observatorio de Calton Hill, con sede en la capital escocesa, y son destacables sus trabajos sobre la aurora polar, el espectro solar o la irradiación de la Luna. Pero quiero resaltar las observaciones astronómicas que hizo en las islas Canarias,

siendo uno de los pioneros en señalar las ventajas de la observación directa en cielos con atmósferas libres. En gran parte los observatorios del Teide, en Tenerife, y el del Roque de los Muchachos, en La Palma, deben su importancia actual a las conclusiones de sus investigaciones -financiadas por el Almirantazgo Británico y la Sociedad Real para el Avance de la Ciencia Natural de Londres.

Pues bien, este buen señor, que presenta un currículum vítae más que envidiable y que obtuvo importantes premios y reconocimientos científicos en su vida, la lió parda con el tema de las grandes pirámides de Egipto. Al calor de la obra de John Taylor La Gran Pirámide: ¿Por qué fue construida? ¿Quién la construyó?, Smyth viajó a Egipto con la intención de medir con precisión la grandes pirámides de la IV dinastía y en especial la Gran Pirámide de Keops. Su objetivo era fijar con exactitud las dimensiones de las pirámides: altura, orientación, inclinación, localización, etc., incluso realizó fotografías del interior de la misma con una novedosa técnica.

Sus investigaciones y conclusiones fueron publicadas en varios libros (entre otros: Nuestra herencia en la Gran Pirámide, publicado en 1864, y Vida y trabajo en la Gran Pirámide, en 1867) y en ellos se aprecia la fascinación que en su espíritu academicista debió producir que las medidas de la pirámide y sus interrelaciones derivaban en magnitudes planetarias e incluso astronómicas. Así, encontró que en esas relaciones y equivalencias se descubría el radio terrestre, la distancia entre la tierra y el Sol y la Luna, el número Л,... A partir de ahí pareció entrar en proceso febril y extrapolando toda la información llega a establecer patrones universales de medida: la pulgada piramidal, el sagrado codo, etc. Esto le lleva a concluir que la Gran Pirámide es obra inspirada directamente por Dios a los arquitectos y constructores, y en ella se encierran los principios básicos de la existencia y esconde en sus dimensiones un código divino que tras su correcta interpretación permitiría descubrir lo que nos tiene reservado el futuro. Evidentemente sólo el Dios de los cristianos (el único para él) pudo inspirar esa gran obra, esto le lleva a identificar a los hicsos con los hebreos y a afirmar que fueron ellos, con San Melquisedec como arquitecto, los constructores de la maravilla.

Lo cierto es que sus conclusiones pronto fueron puestas en evidencia y denostadas por los egiptólogos a partir de constatar la falta de rigor de las mismas; empezando por la identificación de los hicsos con los hebreos (algo absolutamente imposible) y terminando por los errores de bulto en las mediciones.

William Matthew Flinders Petrie, que llegó a ocupar la cátedra de Arqueología y Filología Egipcia de la Universidad College de Londres, era un admirador de Smyth, y fruto de esa devoción acudió a Egipto en 1880. Muy pronto se dio cuenta de que las conclusiones de Smyth eran totalmente desacertadas, debido, entre otras cosas, a que se basaban en mediciones erróneas. Tras una revisión exhaustiva, Petrie volvió a dimensionar “definitivamente” las pirámides poniendo en evidencia los yerros anteriores. Su meticuloso trabajo se publicó en 1883 en el libro Las pirámides y templos de Gizeh.

Las dimensiones de la Gran Pirámide según Petrie son:

· Altura original: 146,61 m (actual: 136,86 m)

· Pendiente media: 51º 50' 35"

· Longitud del lado N: 230,364 m

· Longitud del lado E: 230,319 m

· Longitud del lado S: 230,365 m

· Longitud del lado O: 230,342 m

· Longitud Media: 230,347 m

· Desviaciones máximas sobre la media: ¡-0,028 m y +0,018!

A partir de aquí, dentro de la egiptología las teorías de Charles P. Smyth quedaron totalmente desprestigiadas. Pero no ocurrió lo mismo con la “seudoegiptología”; fue como abrir la caja de Pandora. Las investigaciones de Smyth dieron lugar a infinidad de especulaciones a cada cual más extravagante: que si fueron los atlantes los constructores; que se deben a la mano (o lo que sea) de extraterrestres; poderes mágicos; curativos; agujas de energía; bases interplanetarias; etc. etc. etc.; un empezar y no parar. Incluso con el tiempo se ha conformado una curiosa “especialidad”: la piramidalogía. El negocio en torno a esta visión fantasiosa y esotérica de las pirámides egipcias (que se extiende ya a otras pirámides del mundo) es impresionante, y no dejan de publicarse libros, revistas, panfletos, documentales,... que se mezclan con los estudios científicos en un batiburrillo caótico.

A lo largo de la Historia todos los visitantes y viajeros se han preguntado por estas magníficas construcciones y todos han querido ver algo más que una tumba. Heródoto llega a afirmar que Keops estaba poseído por La Pirámide y que llegó a prostituir a su propia hija para recaudar fondos para la construcción; los árabes buscaron tesoros; en el siglo XVII osados exploradores se adentraron por sus angostos pasadizos; y así hasta nuestros días. Las pirámides ocultan todavía muchos secretos; sin ir muy lejos, se conoce la ubicación de otro barco solar aún por excavar y armar; lo mismo se puede decir de los canales de ventilación que se llaman así por ser esa su función actual, pero no la originaria, que se desconoce. Algo parecido pasa con la forma de su planta, que no es cuadrada contra lo que pueda pensarse, sino de estrella de cuatro puntas, merced a la ligerísima inclinación que hacia el interior presenta cada uno de sus lados; produciendo un interesante efecto lumínico en los amaneceres y en los ocasos de los equinoccios gracias a la orientación cardinal de cada una de sus aristas: durante unos minutos, una mitad de los lados Este y Oeste aparece en umbría, y la otra mitad en solana.

Su sistema de construcción sigue siendo un secreto, sin que las teorías presentadas convenzan plenamente a la comunidad científica. En el último trabajo sobre este tema (2007), el arquitecto francés Jean-Pierre Houdin lanza la teoría de que se utilizaron rampas frontales y externas hasta alcanzar la altura de 45 metros y para el resto se empleó un rampa en espiral por dentro de la propia pirámide, asegurando que los túneles interiores deben estar ahí todavía. El Consejo Superior de Antigüedades Egipcias no ha dado permiso para iniciar excavaciones en el interior de la pirámide, con lo cual una nueva hipótesis queda sin verificar; más leña al fuego.


De las siete maravillas del Mundo Antiguo la pirámide de Keops es la única que queda y curiosamente es la primera que se realizó; pues el primer misterio es saber cómo una sociedad que hacía unos cinco siglos estaba aún en la edad de piedra pudo levantar este obra en 20 años allá por el 2570 a. n. e., demostrando unos conocimientos matemáticos, astronómicos y técnicos en general verdaderamente asombrosos. Si bien, hasta llegar a la perfección de las pirámides de Gizeh, los egipcios hicieron varias pruebas, destacando la pirámide escalonada de Zoser y la romboidal de Dahshur.

Pero la monumentalidad de la Gran Pirámide escapa a todo entendimiento; sirva, a modo de botón de muestra, que hasta que no se terminó la Iglesia de San Nicolás en Hamburgo en 1874 la tumba de Keops fue el edifico más alto del mundo. ¡Ojo al dato!: 4444 años después. ¡Cuatro cuatros!, ¡será por números cabalísticos! Y este dato no lo he visto por ahí publicado, como lo pille un “brujístico” saca un coleccionable.

[Para Sandra, con mi deseo de que vuelvas a Egipto y de que yo te acompañe]

© Francisco Arroyo Martín. 2009

Para citar este artículo desde el blog:

ARROYO MARTÍN, FRANCISCO. Piramidalogía. (http://franciscoarroyo.blogspot.com/2009/10/piramidologia.html). 2009

Enlaces:

Para ver la explicación de la teoría de las rampas interiores de Pierre Houdin con un espectacular gráfico en 3D y en español [Para verlo hay que bajarse el programa 3dvia player]:

[http://khufu.3ds.com/introduction/revealed/]

Puedes encontrar este video con mucha menos calidad en you tube:

How the Khufu Eqyptian Pyramid Was Built 1: [http://www.youtube.com/watch?v=Mg9mbTbNmlk]

How the Khufu Eqyptian Pyramid Was Built 2: [http://www.youtube.com/watch?v=yzqT9bNjwW4]

(OGH23H)

miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Cuándo el hombre deja de ser un mono?

La pregunta es falsa como Judas. Y en consecuencia es imposible encontrar respuesta cierta. Pero no deja de ser misterioso y atractivo intentar averiguarlo. Para empezar: ¿descendemos de un mono? ¡Pues sí! ¡¿Qué pasa?! Hay que dejarse de medias tintas y asumir lo que somos: monos,… un poco más listos que otros, pero monos. ¿Qué es eso de decir que no,.. que… lo que pasa es que… compartimos un antepasado común…; y fruslerías parecidas? ¡Al pan, pan; y al vino,… casera!

Vamos a recorrer el árbol familiar con las definiciones actuales (cada un cierto tiempo las cambian, por si fuera poco lioso de por sí para hacerlo más difícil). Comparándolo con una familia, los homo (los hombres) seríamos una especie de primos de los pan (los chimpancés) con un abuelo común, por eso ambos somos homininis. Con los gorillini (los gorilas) nuestro parentesco es de un grado más, teníamos en común con ellos un bisabuelo muy majete que nos hace a todos del clan de los homininae. Y con los ponginae (los orangutanes) el parentesco es ya más lejano, pero a pesar de todos tenemos un tatarabuelo muy simpático que se puso de pie sobre las patas traseras y nos hizo que todos seamos hominidae. Después están los hylobatidae (los gibones), unos primos tan lejanos que cuando nos cruzamos con ellos apenas nos reconoceríamos si no fuera porque compartimos un superabuelo que perdió la cola y nos hizo a todos de los hominoidea desrabados. Por último, estaría el gran patriarca común que nos hizo primates gracias entre cosas a su dedo pulgar oponible y que nos convierte en parientes, a modo de ejemplo, de los strepsirrhini (los lémures, entre otros muchos).

Bien, de este gran patriarca del que conocemos muy poco, ¿qué diríamos de él ante una súbita aparición? Seguro que algo así: «¡Tá bicho! ¡Jodio mono, lo feo que es!» Evidentemente el subrayado es mío y es la prueba irrefutable de lo que somos: unos jodidos monos que nos las damos de listos y por eso nos tenemos que diferenciar del resto de primos. Y para hacerlo en algún momento tuvimos que dejar de ser monos para ser otra cosa; vamos a intentar ver cuándo.

En la familia de los homos, nosotros, los sapiens, somos los más jovencitos. Antes tuvimos unos hermanos mayores, que a buen seguro Dios guarda en su Gloria y de los que fuimos aprendiendo poco a poco truquitos, trampillas, mañas y cosas así. Volveremos a ellos, pero no quiero olvidar a un medio hermano… medio primo que vivió con nuestra familia allá por África y al que le dio por coleccionar piedras rotas; le llamaron australopiteco (el mono del sur) y nunca se entendió muy bien su manía coleccionista. Coincidió algún tiempo con nuestro hermano mayor, el homo habilis. Este no andaba todo lo bien que la prestancia familiar exige, pero destacó por sus dotes observadoras y por una cierta indolencia. Así, viendo las colecciones pétreas de su primo, se dijo: «¿Para qué voy a ir a buscar piedras rotas si yo las puedo romper aquí, sentadito a la fresca de la cueva?» Y de esta forma comenzó la fabricación de herramientas, que para muchos es el punto determinante entre los estadios homo y piteco.

La familia empezó a crecer con el homo erectus, que heredo la habilidad de su hermano a la hora de romper piedras y fabricar cachivaches y trastos; y como era muy avispado mejoró mucho el tipo de objetos y herramientas, dando lugar a una especialización de los utensilios y de las tareas. Para otros pensadores esta división del trabajo y la socialización de la convivencia es el punto determinante. También muchos señalan la posibilidad de que poseyera algún tipo de lenguaje simbólico.

Este hermano nuestro, ya andaba erguido y le movía un espíritu aventurero envidiable; así el resto de los hermanos más próximos (rudolfensis, georgicus, antecessor, cepranensis, floresiensis, heidelbergensis, etc.) marcharon alegres y esperanzados a colonizar nuevas tierras. Al separarse cada hermano tuvo que buscarse la vida, y a unos le fue mejor y a otros peor. Algunos hicieron fortuna y vivieron largos años y otros apenas duraron unos cientos de miles de años; pero a todos la parca les segaría los pies. Estos familiares cercanos parece que adquirieron conciencia de sí mismos y de su existencia y en consecuencia de su muerte. Para otros muchos pensadores aquí está la madre del cordero.

Por último vinieron los mellizos (que no gemelos): el homo neanderthalensis y el homo sapiens. A primera vista, nuestro hermano era más fuerte, más alto y mucho más cabezón que nosotros. En una pelea nadie hubiera apostado ni un maldito euro por nosotros. Pero a falta de mejor cualidad desarrollamos una mayor destreza y astucia que unido a nuestro cuerpo menudo y ligereza de pies (vamos unos marrulleros cobardicas) nos permitió adaptarnos mejor a las frías y duras condiciones de entonces y salir triunfantes de la lucha fratricida. Aparte de pelearnos, nos comunicábamos con un lenguaje articulado, dominábamos el fuego y desarrollamos un pensamiento abstracto y unos valores estéticos (el arte). A partir de entonces es cuando nos convertimos en verdaderos hombres para otros muchos pensadores.

Una vez desparecido nuestro amantísimo hermanito, ya sin tener que andar peleando con nadie (ya sólo nos sacudimos entre nosotros mismos) pues éramos los únicos de la familia que quedábamos por aquí, nos calmamos un poco y nos quedamos quietos. Y aburridos, nos dio por criar cabras, sembrar trigo y hacer botijos. Y la tranquilidad nos permitió buscar formas de reflejar nuestro pensamiento en signos y así nació la escritura; para algunos el verdadero momento que marca la diferencia con el resto de los primos.

En conclusión se puede decir que a cada diferenciación física y biológica le acompañó un diferente estadio cultural. Pero, además esta evolución no fue ni lineal ni progresiva ni en el tiempo ni en el espacio. Como se ve, es imposible afirmar con certeza cuándo dejamos de ser monos; lo más seguro porque, como decía al principio, aún lo sigamos siendo.

Perdónenme los eruditos y especialistas la simpleza en la exposición, pero este tema es tan complicado que si además se le añade culturas, periodos, años, técnicas, lugares, utensilios, edades geológicas, glaciaciones,… ¡Para cortarse las venas!

© Francisco Arroyo Martín. 2009

Para citar este artículo desde el blog:

ARROYO MARTÍN, FRANCISCO. ¿Cuándo el hombre deja de ser un mono? http://elartedelahistoria.wordpress.com/2009/10/05/¿Cuando-el-hombre-deja-de-ser-un-mono?. 2009

(OGH22H)