domingo, 15 de junio de 2008

¿Qué pasó con Plutón?

Normalmente, la gran mayoría de la gente, cuando presenciamos algún tipo de enfrentamiento sin más implicación que la del mero espectador, nos solemos poner del lado del más débil, del más pequeño, del indefenso. Además, cuando el vencedor es el más débil, siempre recordamos ese tipo de gestas, llegando en algunos casos a convertirse en iconos culturales de muchas civilizaciones; así, ¿alguien se acordaría de quién ganó en la pelea entre David y Goliat, de haber sido este último el vencedor? A buen seguro que no.

Seguramente por esta razón, u otra parecida vete tu a saber, hace unos días me acordé de Plutón, de ese noveno planeta del Sistema Solar que hace ya unos cuantos meses dejó de serlo por decisión conciliar de astrónomos de todo el mundo juntados al efecto en Praga, en concreto el 24 de agosto de 2006 pasó a ser un objeto… ¡transneptuniano!, vamos que da vueltas más allá de Neptuno; y que ahora se denomina: el planeta enano 134340. ¡Cosa más triste, Dios!

Pues resulta que este planeta, o lo que sea ahora, fue el último que se incorporó a la lista de los que dan vueltas alrededor del Sol y conforman el conocido como Sistema Solar, ya que se sumó a ese viaje conjunto y vinculado a partir de que en 1930 le descubriera el astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh (1906-1997) desde el observatorio Lowell en Flagstaff, Arizona. Ya desde este momento su inclusión en el grupo de elegidos: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno fue polémica pues este planeta presentaba muchas peculiaridades respecto a los demás.

Para empezar su órbita es mucho más elíptica que la del resto; para explicarlo, la elipsis de la tierra presenta una excentricidad de 0,017 (la de una circunferencia sería 0), bien, pues la de Plutón es de 0,25. Llega a ser tan grande la elipsis que cuando se encuentra en el punto más cercano al Sol, (4.340 millones de kilómetros) está más cerca que Neptuno. Situación en la que se encuentra precisamente en estos años que por decisión de los astrónomos ha pasado a ser un “objeto transneptuniano”; y así estará durante unos cuantos años más, por lo tanto pasó a ser transneptuniano siendo cisneptuniano [ «sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas» ]. Pero, además, Plutón tiene la órbita mucho más inclinada que cualquiera de los planetas principales, ya que su inclinación respecto a la de la Tierra es superior a los 17 grados; por eso nunca chocará con Neptuno a pesar de que se crucen sus órbitas.

Por otro lado, no se sabía bien donde encuadrarlo. Los más cercanos: Mercurio, Venus, Tierra y Marte, son pequeños, sólidos y con poca atmósfera; los más alejados: Saturno Urano y Neptuno son grandes [gigantes se les llama], gaseosos y con grandes atmósferas. Pues bien Plutón es el más lejano y a la vez el más pequeño y el más sólido. En verdad que estaba fuera de lugar. Pero hay más singularidades, así, la mayoría de los planetas presentan giros rotacionales relativamente rápidos, entre 10 y 25 horas [hay que dejar aparte a Mercurio y a Venus que por su cercanía al Sol van lentos, lentos], pero Plutón tarda casi 153 horas (¡casi siete días!) en girar sobre sí mismo, a pesar de de que está lejos, lejos del Sol. Por último señalar la eternidad que tarda en dar una vuelta al Sol: ¡250 años!

Pero aún tiene más rarezas, pues este planetita tiene tres movimientos: de traslación alrededor del Sol, de rotación sobre sí mismo y otro más de traslación en relación a su satélite principal, Caronte; originándose un sistema planetario dual.


¿A qué responden todos estos extremos? ¿Hay alguna razón para que Plutón sea tan diferente?

Una conjetura especialmente interesante es la siguiente. Supongamos que Plutón no fuese antes un planeta, sino un satélite de Neptuno. Y supongamos también que una catástrofe cósmica de algún tipo lo sacara de su órbita y lo colocara en otra, planetaria e independiente. En ese supuesto, la naturaleza de la explosión (sí es eso lo que fue) muy bien pudo lanzarlo a una órbita inclinada, que, sin embargo, sigue trayendo a Plutón una y otra vez hacia Neptuno, que es de donde había partido.

Como satélite, sería pequeño y quizá denso, en lugar de un gigante gaseoso como los verdaderos planetas exteriores. Y, por otro lado, giraría alrededor de su eje en el mismo tiempo que tardaba en girar alrededor de Neptuno, gracias a la atracción gravitatoria de éste. (Esto es cierto en general para los satélites; y es cierto, en particular, para la Luna.) En ese caso, el período de rotación de Plutón podría muy bien ser de una semana. (El período de rotación de la Luna es de cuatro semanas.) Puede que Plutón, al ser arrancado de Neptuno, conservara su período de rotación, adquiriendo así un período muy raro para un planeta.

Pero todo esto no es más que especulación. No hay ninguna prueba sólida que Plutón fuese antes un satélite de Neptuno; y aun si lo fuese, no sabemos qué clase de catástrofe pudo haberlo arrancado de allí.

Incluso en su nombre se desajustaba. Los ocho planetas tienen nombres de dioses del Olimpo [excepto la Tierra, que si no fuera por nuestro geocentrismo deberíamos llamarla Cibeles], pero Plutón es diferente y lleva el nombre del dios del Hades, de los infiernos griegos. Parece que desde el principio se le quiso diferenciar de alguna forma.

En fin, que este Plutón no cuadraba de ninguna forma en la bien estructurada y conjuntada tropa de planetas que dan vueltas y vueltas alrededor de Sol; y por esta razón los que deciden en la UIA le sacaron del club y le relegaron a planeta enano.

Pero de todas formas, ahí sigue Plutón, orgulloso y altivo, lento en sus movimientos, desplazado de su elíptica, denso en zona de gases, alejado del astro central y, especialmente, igual de pequeño que siempre. A pesar de la UIA, Plutón sigue ahí, en el mismo sitio, acompañando al Sol en su aventura astral; eso si con el estúpido nombre de planeta enano 134340.

¡Plutón estamos contigo!