domingo, 23 de marzo de 2008

Emigrantes franceses en el Madrid del XVII

Emigrantes franceses en el Madrid del XVII
Por Francisco Arroyo

El 21 de marzo se celebró el Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia, este día tiene una especial trascendencia en nuestro país ya que buena parte de la población es extranjera y viene de lugares más allá de las fronteras. Incluso todos asistimos hace unos pocos días al intento del partido de la derecha de arañar votos desesperadamente a través de propuestas destinadas a endurecer las condiciones de vida de esta población.

Pero la consideración que algunos tienen de los inmigrantes como un problema no es algo exclusivo de nuestros días, ni tampoco es la primera vez que nuestro país es un foco de atracción para gentes nacidas en otros lugares y que vienen aquí atraídas por la posibilidad de mejorar las condiciones vitales que tenían en sus naciones de origen. Y uno de esos periodos fueron los años del siglo conocido como de Oro en nuestra historia.

Efectivamente, durante el siglo XVII, a pesar de los evidentes signos de decadencia respecto al pasado esplendor del XVI, los reinos que conformaban la monarquía católica eran un polo de atracción de las gentes más humildes de allá de los Pirineos. Los emigrantes eran de muchos lugares europeos, además hay que tener en cuenta que se consideraba extranjero a todo aquel nacido fuera del reino en cuestión (así un aragonés era extranjero en Castilla y viceversa); pero el grupo más numeroso eran los franceses. Y, lo que es más significativo, estos franceses acudían prácticamente por las mismas causas: fundamentalmente por la superpoblación y la pobreza en los lugares de origen; y la demanda de mano de obra para los trabajos más humildes y los altos salarios en el destino. En general, igual que ahora, pero con una diferencia fundamental, que en vez de venir de África o América venían de Europa, de Francia más concretamente. Pero lo más significativo es que la reacción contra estos emigrantes era muy similar a la actual: se les acusaba de llevarse la riqueza del país a sus aldeas y de no integrarse en la sociedad castellana de la época. Las autoridades, por su parte, intentaban ejercer un control efectivo sobre ellos y cobrar los impuestos y gabelas, además de someterlos a frecuentes confiscaciones cuando se iniciaba alguna guerra entre ambos reinos, lo que pasó con Francia en varias ocasiones a lo largo del siglo.

En el presente artículo se hace un análisis de los franceses que pulularon en el Madrid del siglo XVII, qué trabajos tenían, de qué regiones francesas provenían, a qué edad solían venir y volverse y de qué caían enfermos; ya que la principal fuente de información es el análisis del libro de ingresos del Hospital madrileño de San Luis de los Franceses que estaba entonces en la calle Jacometrezo esquina con la de Tres Cruces, en la parte ocupada por la actual Gran Vía, y dependía de la embajada de Francia. Este hospital fue fundado en 1613 por Enrique de Salvreux, capellán de Felipe III; si bien las dificultades que otras instituciones religiosas pusieron a esta fundación sólo pudieron superarse gracias a la intervención de la joven princesa de Asturias de entonces, Isabel de Borbón, mujer del futuro Felipe IV, y una de las tres reinas francesas que habría en este siglo XVII en España (curiosamente el mismo número de las guerras declaradas entre ambos reinos).

El artículo fue publicado hace unos años en la revista “Torre de Lujanes” y como es un poco extenso reproduzco algunos de los primeros párrafos y si estuvieras interesado incluyo un enlace para que te lo descargues completo si te place.

(...) Fue determinante en esta emigración francesa la situación demográfica de ambos países. Francia presentaba en el siglo XVII un excedente de población, era el país más poblado de Europa con diferencia, poseía entre 18 y 20 millones de habitantes. Por contra el carácter endémico de la población española se agravó aún más tras las pestes de finales del siglo XVI y la expulsión de los moriscos entre 1609 y 1611. Esto originó una demanda de mano de obra, que en gran parte fue atendida por la emigración francesa; gracias a las posibilidades que existían para trabajar en España tanto para trabajadores especializados, comerciantes y para el personal no cualificado, en los oficios considerados “viles” por los españoles.

Una viuda de Sevilla, madre de dos hijas, decide cambiar de residencia y consulta a una amiga anciana, que la dice:

“Granada y Córdoua, no niego que son buenas ciudades… más en comparación de Madrid, Corte del Español Monarca, cada una destas ciudades es una aldea, ¿qué digo aldea? Un solitario cortijo. Es Madrid un maremagno donde todo baxel nauega, desde el más poderoso galeón, hasta el más humilde y pequeño esquife, es el refugio de todo peregrino viviente, el amparo de todos los que la buscan, su grandeza anima a viuir en ella, su trato hechiza, y su confusión alegra ¿A qué humilde sugueto no engrandece, y muda de condición, para aspirar a mayor parte? ¿Qué linaje obscuro y baxo no se bautizó con nuevo apellido para passar plaça de noble? Finalmente, Teodora, la Corte es el lugar de los milagros, y el centro de las transformaciones”

Esta cita de Alonso del Castillo, cargada de fina ironía, refleja bien la idea que de Madrid tenían sus contemporáneos. Desde que se constituyó en sede de la Corte con Felipe II, y en especial desde el asentamiento definitivo con Felipe III; Madrid se convirtió en un lugar de acogida de población.


Si quieres seguir leyendo sobre el tema y conocer a grandes rasgos cómo fue esta ola de inmigración francesa a España, puedes bajarte el artículo Apuntes sobre la emigración francesa en el Madrid del siglo XVII completo en PDF; o haciendo clik en el siguiente enlace:



¡Espero que te guste!

© Francisco Arroyo Martín. 2008

Para citar este artículo desde el blog:
ARROYO MARTÍN, Francisco. Apuntes sobre la emigración franceses en el Madrid del siglo XVII
http://franciscoarroyo.blogspot.com/2008/03/emigrantes-franceses-en-el-madrid-del.html
23 de marzo de 2008.

sábado, 8 de marzo de 2008

¡Estremecedor!

Declaraciones de Sandra Carrasco, de 19 años, hija del compañero Isaías asesinado por los criminales etarras en su último acto de brutalidad:
"Quiero agradecer de corazón el apoyo del pueblo de Arrasate; el cariño, apoyo y calor que está mostrando la gente anónima con mi madre y mis hermanos. Quiero agradecer el apoyo de los socialistas. Mi padre murió por defender la libertad, la democracia y las ideas socialistas. Era un hombre valiente que ha dado la cara y los que lo han matado son unos cobardes. Unos cobardes sin cojones. Pero sobre todo pido un cosa: y es que el asesinato de mi padre no sea manipulado por nadie. Eso no lo vamos a tolerar. Yo, mi madre, todos iremos a votar. Los que quieran solidarizarse con nuestro dolor, que acudan masivamente a votar el domingo. Para decir a los terroristas que no vamos a dar ni un solo paso atrás. Son unos hijos de puta"

Compañero Isaías: siempre en nuestro recuerdo.

Recogidas de El País